La nave espacial Aventura IV atravesaba velozmente el hiperespacio impulsada por sus cuatro potentes motores hiperespaciales. Era una nave de gran tamaño, medía seiscientos metros desde la punta hasta los motores, pintada de color gris acero con su nombre inscrito en grandes letras negras a los costados.
El destino final de la nave era el sistema Atseut, ubicado en los límitesde la Confederación de Sistemas, en el llamado anillo exterior. Atseut era un sistema recientemente colonizado y el Aventura IV llevaba carga y pasajeros a ese remoto lugar. Los pasajeros eran colonos espaciales quienes,a pesar de las diferencias tecnológicas y de distancia, tenían los mismos sentimientos de los antiguos colonos al dirigirse a tierras lejanas, dejando la antigua vida atrás y esperando una mejor en los nuevos territorios.El capitán de la nave era un humano de poco más de sesenta años.Tenía aspecto de abuelo bonachón, con su cabellera blanca y su barba de igual color, pulcramente recortados. Eric Breg, ese era el nombre del capitán de la nave, estaba sentado en el puesto de mando en el puente del Aventura IV. Miró a su tripulación, que era una mezcla de seres de diversos aspectos, mientras quienes trabajaban en silencio.
El segundo oficial era el teniente Bly, un ser de color verde oliva y cabellera verde oscuro, con enormes ojos color naranja. Medía casi dos metros de alto y era de la raza zaltana.
. . .
En el camarote veinticinco de la cubierta de primera clase viajaba la familia Gubbins. Daniel, el padre, tenía treinta y cuatro años y era ingeniero de energía. Había sido contratado por la empresa generadora de energía de Atseut III como director del proyecto de la construcción de la nueva central que iba a abastecer a Ciudad Central y cuando el proyecto terminara sería el director de operaciones de la planta de generación de energía más importante del anillo exterior. La oportunidad era de esas que se presentan solo una vez en la vida y no dudó en aceptarla, a pesar que significaba tener que mudarse al otro extremo de la confederación.
Amanda, la madre, era dos años menor que su esposo y tenía una larga cabellera rubia, ojos celestes y la cara llena de pecas. Ella trabajaba como bibliotecaria en la Universidad Kers, en el planeta tropical KersMai, donde vivían. En un principio no estuvo muy convencida de dejar su empleo y a sus amigos para ir a un lugar tan lejano, pero pronto comprendió que era lo mejor para su joven familia.
El pequeño Alex era un niño de seis años, casi siete, de pelo castaño ondulado como el del padre y con los ojos celestes y la cara pecosa como su madre. Era un muchacho bastante despier to y vivaz y le encantaba la idea de viajar por el espacio y mudarse a una ciudad más grande.
-Papá, ¿cuánto falta para llegar? ―preguntó el pequeño Alex.
-Todavía un poco hijo ―Daniel estaba sentado en el escritorio del camarote revisando algunos planos en su ordenador por tátil― primero debemos salir del hiperespacio en Otrag y luego dar otro salto hasta Asteut, lo que nos tomará un par de días más.
-¿Y es grande ese lugar a donde vamos?
-Es más grande que nuestra antigua casa ―respondió el papá mientras tocaba con la mano un punto del plano holográfico que proyectaba su ordenador y esa sección se ampliaba para mostrar mayor detalle.
...
Alex dejó de ver a su papá y pegó la cara al transpariacero. El gigante planeta celeste era cada vez más grande mientras la nave se acercaba a él. Alex pudo ver las lunas del planeta. Luego de una hora de mirar al
planeta celeste, que cada vez se alejaba más Alex vio algo que le llamó la atención.
-Papi -volvió a decir Alex- he visto otra nave.
-¿Sí? -Daniel arqueó una ceja-. ¿De qué color es?
-Es gris como la nuestra. Está muy lejos y se ve pequeña, pero puedo ver que tiene un cuadrado negro donde hay un triángulo blanco y una equis blanca bajo el triángulo.
-¿Qué? -Daniel se levantó de su asiento como si hubiese sido empujado por resortes. Corrió hacia la ventana y vio la nave-. No puede ser.
-¿Qué pasa cariño? -Amanda acababa de entrar a la sala del camarote.
-Piratas -respondió Daniel mientras corría al intercomunicador.
-¿Diga? -la imagen de una humana de cabello negro corto apareció en la pantalla del intercomunicador apenas Daniel pulsó el botón de llamada.
...
¿Cómo que estoy muerto? Pensó el makoda. De pronto un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar que los zaltanos producían una saliva tóxica. Trató de llevarse las manos a la cara pero Bly ya le había escupido una saliva verde pastosa que le cubrió toda la cara y entró por la boca, la nariz y los ojos al torrente sanguíneo de Ajnaz. El pequeño alienígena se retorció de dolor mientras caía al suelo. Unos segundos después ya estaba muerto.
-¿Señorita Bragagnini, podemos dar un salto hiperespacial desde aquí?
-Imposible, teniente Bly.
-Entonces regresemos al punto de salto lo más pronto posible. Vector, lanza un mensaje de auxilio, esperemos que alguna nave confederada esté cerca -Bly se sentó en el asiento de Breg y pulsó uno de los botones de comunicación.
-¿Sí, capitán? -era la imagen de Olav.
-Señor Olav, el capitán está muerto y una nave pirata nos sigue ¡Tiene que mantenerlos a raya!
-Entendido, teniente -la imagen de Olav desapareció.
-Vector, por favor transmite la información del radar al sitio del capitán.
-En seguida.
-Señorita Bragagnini, por favor inicie las maniobras para regresar llegar al punto de salto. Vamos a máxima velocidad.
Bly se chorreó en el asiento. Sabía que no tenían muchas esperanzas de escapar. Solo un milagro podía salvarlos.
Pero de una cosa estaba seguro.
Haría todo lo que estuviera en sus manos para salvar la nave.
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